Disquisición sobre la lucha libre
- emarsif
- 12 feb 2016
- 1 Min. de lectura
En algo que él llama “crítica libre de la lucha libre”, un amigo y analista aficionado señala con vehemencia que ya aburren con ese seudo deporte o espectáculo deportivo que “a fuerzas insisten en promocionar como el deporte nacional”, siendo que en su modalidad profesional lo trajo de Estados Unidos en los años 30 del siglo XX un empresario mexicano, y el primer enmascarado en el pancracio del país fue un francés o, no hay acuerdo, un gringo llamado Ciclon Mackay. Además…
-Los que en verdad ganan son las grandes cadenas de televisión -amplía con enjundia el amigo¾. Pero ahí están haciéndole el juego sin saberlo promotores culturales, pintores, escultores y fotógrafos, músicos, cineastas y escritores que se tragan el anzuelo de “deporte popular”, “deporte de masas”. A influjo de Carlos Monsiváis, a inicios de los 80 hablar de ella, tratarla como asunto artístico, era aprehender la esencia, contracultura. Ahora ¡hasta en la sopa! ¿Es que no hay más temas de lo realmente mexicano y popular? ¿Cómo pueden artistas e intelectuales hacer apología de la máscara y la simulación, de la violencia y la sangre (falsa por lo regular, ¡pero explícale eso a un niño!), de unas figuras adiposas que se comportan y hablan, gritan, como trogloditas?... Bueno, quizá sí sea el deporte nacional y tenemos el deporte que nos merecemos -remata el analista aficionado, y yo me veo en el imperativo de gritarle “sí, sí, lo que tú quieras, pero afloja ya mis brazos de esa llave nelson”. ©

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