Reto en varias direcciones: los crucigramas
- E.M.S.
- 1 abr 2016
- 2 Min. de lectura

Los crucigramas son como la vida, dicen. Veamos.
Una vez aceptado el reto, uno lo mismo los escoge. Los hay grandes y chicos, complicados y sencillos. Órgano olfativo, cinco letras. Cota de malla, ocho letras. Entre más difíciles, mayor satisfacción resolverlos. Pero si se escoge uno complejo y no hay avances, puede sobrevenir la frustración. Antes de pasar la página hay dos opciones, ambas positivas si se miran bien: 1) preguntar a quien tengamos cerca o consultar enciclopedias y diccionarios, y 2) ir directamente a la solución, si es que se incluye en la publicación; por supuesto, esto no sabe igual que si lo hubiéramos resuelto por nuestros propios medios, pero se aprende para el próximo.
Pasatiempo tan viejo como la época romana y aparentemente en vías de extinción, el crucigrama no es asunto de meros conocimientos sino también de paciencia y flexibilidad mental, empezando por la disposición para el reto interior y la apertura para reconocer que estábamos equivocados. Ponzoña, seis letras. Fácil: veneno. ¡Pues no! Es tósigo, porque se cruza con la primera “g” de egregio, que al principio queríamos convertir a fuerza en insigne, con el consabido trastorno en las definiciones confluyentes.
El conocimiento humano siembre nos rebasa, pero siempre podemos aprender más. Con tenacidad y sabiendo dónde buscar, nuestro saber puede estar a la altura de las exigencias. Sí, los crucigramas son como la vida. Al final todo debe tener sentido, o el mayor sentido posible. De otro modo parecería que hubiéramos desperdiciado el tiempo.
Como una sesión de baile o una “cascarita” de futbol para tonificar de cuando en cuando la coordinación motriz, los crucigramas, al igual que los libros, son excelentes para afinar la agilidad mental. La vida siempre es un reto en varias direcciones. ©
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