Crónicas sin tiempo
- E.M.S.
- 3 mar 2016
- 2 Min. de lectura
Los niños dios de la Candelaria
Son una industria en expansión acelerada, hoy fuera de las garras de las multinacionales, mañana quién sabe: venderlos, vestirlos, ajuarearlos, repararlos y hasta aclararles la tez. “¿Quiere que se lo retoque?, así se ve muy morenito, va a ser más difícil vestirlo, hasta se nota triste, mustio, véale nomás esa carita, ¿se lo retoco?” Cuestión de gustos, pero no es difícil corroborar que la mayoría son blanquitos y ojiazules.
Con todo, son prueba tangible de las formas en que discurre la fe al margen, o casi, de los cauces institucionales y, un hecho ninguneado por siglos, de la rica diversidad cultural que nutre a México.
Se fabrican principalmente de yeso. Los hay que caben en la palma de la mano, medianos como un rorro de carne y hueso, y grandes. Se les transporta en tronos, sillones, moiseses, bandejas e incluso montados en caballo a su medida. Se les viste con sencilla túnica, ropajes exquisitos o atuendo de futbolista, se les adereza con alas, espada y escudo como el arcángel Miguel (que por muy jefe del ejército celestial que sea jamás será Dios hijo), se les colocan coronas, gorros para el frío, cachuchas. Llevan en la mano herramientas, cetros, espigas, bolsitas o canastitas “de la abundancia” con semillas y granos, y por supuesto velas y flores.
El padre José de Jesús Aguilar, una celebridad en los medios, advierte (www.padrejose.com) que “hay algunos abusos provocados por quienes se dedican a la venta del vestuario o quienes lo visten en forma caprichosa”, e invita a reflexionar a los católicos sobre el asunto con 12 razones. Incluimos algunas:
1) Las imágenes del Niño Dios nos recuerdan que Jesucristo se hizo hombre para salvar a la humanidad y nos ayudan a sentir su presencia. 2) Las imágenes deben ser bellas, dignas y tratadas con decoro. Algunas personas no sólo las cuidan y mantienen limpias sino que, como una forma de rendirle homenaje a Dios, las visten. 3) Las imágenes son sólo imágenes. No son dioses ni humanos. No sienten. Sería un error pensar que si no le ponemos ropita a la imagen del Niño Dios vaya a tener frío, a entristecerse o a enojarse. 4) Las imágenes tampoco son “muñecos” que se puedan vestir de cualquier manera.
Más claro ni el agua. Pero digámosle, a ver qué nos responde, a una persona (no sólo mujeres sin hijos como creen muchos) que lleva a su niño dios a bendecir que éste es feo, indigno o tratado sin decoro… Se dice, gran hallazgo, que en México la fe cristiana se vive de manera diferente a como se hace en España. No obstante los elementos recurrentes, ¡en nuestro país la fe cristiana se vive de manera diferente de un pueblo o de un barrio a otro!, sin ser por ello menos auténtica.
Heráclito afirmaba que el fundamento de todo está en el cambio incesante. Y las tradiciones, por arraigadas que parezcan, no son inmutables. Es por ello que permanecen. ©

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