Augusto Roa Bastos: un paraguayo universal desde el español y el guaraní
- E.M.S.
- 4 abr 2016
- 3 Min. de lectura
Con ascendentes vascos, portugueses y guaraníes, nació en Asunción, en 1917. Desde temprano aprendió el guaraní (Paraguay es el único país totalmente bilingüe de Hispanoamérica; el castellano se usa en el ámbito social y el guaraní en la esfera afectiva y familiar. Ambos son oficiales, a despecho de otras muchas lenguas nativas). A los 15 años escapó de la escuela y se fue a experimentar la guerra entre Paraguay y Bolivia (Guerra del Chaco, 1932-1935), donde fungió como asistente de enfermería. Esta experiencia le servirá para escribir Hijo de hombre, publicada en 1960, junto con Yo el supremo (1974) las obras cumbres de su literatura y dos de las más elevadas cimas de la novelística latinoamericana, en las cuales crece la complejidad y abundan los neologismos pero florece, lleno de nutrientes para la vida, el gozo literario.
Sus pasos como periodista los inició en El País, diario de Asunción. Leía principalmente autores europeos y, entre estos, sobre todo a franceses: Valéry, Cocteau, Eluard, Bretón, Aragón; pero también a William Faulkner, como la mayoría de los escritores de su generación, señaladamente Onetti y García Márquez. “Todos pasamos por la casa de William Faulkner”, declaró alguna vez. “También hubo otros, como Hemingway, Hawthorne y Melville, que nos ayudaron a liberarnos de la pesadez del estilo español”.1

En 1944 obtuvo una beca del British Council para viajar por Inglaterra; ahí preparó notas sobre América Latina para los programas de la BBC (un poco a la manera de Fernando del Paso, que también fue productor y locutor de ese servicio público de comunicación). Regresó a Paraguay en 1946 y continuó escribiendo para El País, al que no había dejado de enviar sus colaboraciones. Al año siguiente se exilió en Buenos Aires, donde publicó gran parte de su obra. Opuesto al régimen dictatorial de Paraguay, vivió casi siempre en el extranjero.
Su obra maestra es la novela Yo, el supremo (1974), inspirada en la vida de José Gaspar Rodríguez de Francia, conocido como Doctor Francia, quien fuera dictador de Paraguay entre 1816 y 1840. Sobre la novela, Carlos Fuentes declaró en 1986 al New York Times que “el resultado es un libro brillante, de rica textura, un extraordinario retrato, no solamente de El Supremo, sino de toda una sociedad colonial a punto de aprender a nadar, o de cómo ahogarse en el mar de la independencia nacional ─uno de los hitos de la novelística latinoamericana”.2
Como se cuenta (creo que por primera vez) en El recursos del supremo patriarca de Mario Benedetti, una invitación de Fuentes y Vargas Llosa para escribir sobre las dictaduras latinoamericanas (invitación de la que ellos mismos se exentaron) generó tres obras hoy míticas y que afortunadamente se siguen leyendo: El otoño del patriarca de García Márquez, El recurso del método de Alejo Carpentier y Yo el Supremo de Roa Bastos.
Periodista, cuentista y poeta, guionista de más de una docena de películas y Premio Cervantes en 1989, Augusto Roa Bastos murió en 2005. Pero dejemos hablar a El Supremo, así sea brevemente:3
"Aquellos cultos idiotas querían fundar el Areópago de las Letras, las Artes y las Ciencias. Les puse el pie encima. Se volvieron pasquineros, panfleteros. Los que pudieron salvar el pellejo, huyeron. Escaparon disfrazados de negros. Negros esclavos en las plantaciones de la calumnia. En el extranjero se hicieron peores aún. Renegados de su país, piensan en el Paraguay desde un punto de vista no paraguayo. Los que no lograron emigrar, viven migrando en la oscuridad de sus cubiles. Convulsionarios engreídos, viciosos, ineptos, no tienen cabida en nuestra sociedad campesina. ¿Qué pueden significar aquí sus hazañas intelectuales? Aquí es más útil plantar mandioca o maíz, que entintar papeluchos sediciosos; más oportuno desbichar animales atacados por la garrapata, que garrapatear panfletos contra el decoro de la Patria, la soberanía de la República, la dignidad del Gobierno. Cuanto más cultos quieren ser, menos quieren ser paraguayos. Después vendrán los que escribirán pasquines más voluminosos. Los llamarán Libros de Historia, novelas, relaciones de hechos imaginarios adobados al gusto del momento o de sus intereses. Profetas del pasado, contarán en ellos sus inventadas patrañas, la historia de lo que no ha pasado. Lo que no sería del todo malo si su imaginación fuese pasablemente buena. Historiadores y novelistas encuadernarán sus embustes y los venderán a muy buen precio. A ellos no les interesa contar los hechos sino contar que los cuentan". ©
1. En “Augusto Roa Bastos: La realidad superada”, de Caleb Bach: http://www.romanistik.uni-mainz.de/hisp/roa/La_realidad_superada.htm
2. Ahí mismo.
3. Tomado de Yo el Supremo, Las mejores novelas en castellano del siglo XX, 1974, Augusto Roa Bastos; 2001, Bibliotex, S.L. En: https://vivelatinoamerica.files.wordpress.com/2014/01/roabastos_yo_el_supremo.pdf
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